La hierba había azuleado con las sombras del anochecer, al igual que el perfil de Sam, cuyos ojos arponeaban lejos de allí, iris retroiluminados por las luces del salpicadero: perfilaba su actitud, la elasticidad de los hombros, el tacto de las manos en el volante, la ligereza de sus pies que dosificaban la exacta presión en el pedal cuando el motor del coche se alborotaba. Observándolo con el rabillo del ojo, le encontré esa otra cara que iba a tener que aprender a conocer, el aire ocupado de quienes se distancian de la realidad, quienes se desvían poco a poco, se despegan, se deslizan en la ilusión, quienes "actúan" como se dice de una vida que reverbera películas...
Mustang. Siempre me ha gustado ese coche...
Visto.
ResponderEliminarHermoso texto y excelente propuesta. Gracias.
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